

Por Esmirna Gómez
Este Jueves Santo se vivió con especial solemnidad en la Parroquia San Vicente de Paúl, donde el Párroco Pelagio Taveras presidió, junto al Padre Encarnación Miguel, la Misa de la Última Cena del Señor, una eucaristía que conmovió profundamente a los fieles por su riqueza simbólica y espiritual.
La celebración incluyó el tradicional Lavatorio de los Pies, evocando el gesto de humildad de Jesús al lavar los pies de sus apóstoles. Este acto recordó a todos que la verdadera grandeza se manifiesta en el servicio.
Durante la homilía, el Padre Pelagio Taveras reflexionó sobre el misterio de la paz que nos forma y nos transforma a través de tres momentos clave: la pasión, la muerte y la resurrección. “Y empieza precisamente con la liturgia de hoy”, expresó el párroco, destacando la grandeza de este día, en el que conmemoramos tres instituciones fundamentales: el sacerdocio, la eucaristía y el mandamiento del amor reflejado en el servicio.
“El sacerdote es necesario para que haya eucaristía”, afirmó, al tiempo que explicó cómo la celebración de esta nueva alianza tiene sus raíces en la antigua Pascua judía. Con profundidad bíblica, recordó las alianzas de Dios con Abraham y la salida de Egipto del pueblo de Israel, resaltando cómo Jesús, al celebrar la Pascua con sus discípulos, instauró una nueva: la eucaristía.

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”, citó el sacerdote, afirmando que la eucaristía es la comida pascual de la nueva alianza y el centro de la vida cristiana. “Cada vez que celebramos la eucaristía, celebramos una Pascua”, añadió con énfasis.
En su predicación también invitó a los fieles a no mirar atrás, como el pueblo que salió de Egipto, sino a avanzar con la fuerza del cuerpo y la sangre de Cristo. “La Eucaristía es lo más grande que tenemos los cristianos. No hay otra cosa más grande que eso”, concluyó.