

Por Orlando Pimentel.-
En medio del estruendo cotidiano, cuando el tiempo parece deshilacharse entre semáforos, redes sociales y prisas sin sentido, sucedió algo extraordinario. No fue un milagro. Fue radio. Pero no cualquier radio. Fue TropicalNewYork.net, que durante su especial de Semana Santa logró lo que muy pocos logran: detener el tiempo.
Cuatro canciones. Solo cuatro. Pero seleccionadas como quien escoge palabras para una despedida o flores para un reencuentro. Sonaron como si hubiesen nacido de las grietas del alma colectiva, como si alguien en algún rincón invisible de la ciudad hubiese tocado un cuenco tibetano y todo el universo se hubiese alineado por un instante.

Yo, oyente habitual y corazón abierto, no quise quedarme solo con mi experiencia. Quise saber si otros también habían sentido lo que yo: ese estremecimiento, esa nostalgia repentina, ese nudo en la garganta que no pide explicación. Pregunté. Y las respuestas llegaron como cartas que vuelan sin sobre ni dirección, pero que encuentran siempre su destino.
Dominga Guzmán, con la voz hecha hilo, me confesó:
«Sentí que cada canción era una oración. Lloré en silencio porque me recordó lo invisible que aún me acompaña.»
Francisca, tan suave como una brisa tibia de abril, murmuró:
«Gracias por este regalo. Fue como un bálsamo en medio del ruido del mundo.»
Roberto Disla, sin buscar palabras complejas, fue directo:
«Esta programación me devolvió la fe. Fue un llamado directo al corazón.»
Román Román, escueto pero certero, sentenció:
«¡Poderosa! Tropical New York se lució.»
Ruth Gómez, sintió compañía en su propia profundidad:
«Me hizo reflexionar, pero también me hizo sentir acompañada en mi espiritualidad.»
Thania Rodríguez sintió un espejo:
«Es como si hubieran leído lo que necesitaba escuchar. ¡Gracias por tanto!»
Lilly, con el alma en los ojos, escribió:
«Me llevó directo a mi niñez, a los Viernes Santos de antes. Pura nostalgia y amor.»
Betania, con ese modo suyo de hablar bajito y decir mucho, dejó caer su frase como una flor sobre el agua:
«Cada canción me abrazó. Me sentí en paz, como si la radio supiera por lo que estoy pasando.»
Raúl fue contundente:
«Una programación como esta no se escucha todos los días. ¡Se siente el respeto por la esencia de lo humano!»
Vicente Paulino, con voz de quien ha visto muchas lunas, dijo una frase que basta y sobra:
«Esto no fue solo radio, fue arte que consuela.»
Porque sí. Este especial no fue solo sonido. Fue memoria, fue abrazo, fue eco. En tiempos donde lo sagrado se convierte en tendencia y lo profundo se disuelve en likes, TropicalNewYork.net apostó por lo esencial: lo que no se ve, pero se siente; lo que no se grita, pero retumba por dentro.
A quienes tejieron este especial como quien borda un manto invisible, mi más sincero aplauso. Muy especialmente a su director, Manny Valenzuela, quien. Como dice el pueblo “sabe lo que hace”, y lo hace con el oído del artista y la intuición del que no necesita aplausos para saber que ha tocado el alma de alguien.
Gracias por regalarnos un espacio donde la música no solo suena… sino que resuena. Porque la radio, cuando se hace con entrañas y con alma, no envejece. Se convierte en leyenda.