

Por Esmirna Gómez
Santo Domingo Este- (Los Mina).- Cuando la ciudad aún dormía y el cielo apenas dejaba entrever las primeras luces del día, la Parroquia Santa Mónica se convirtió en un santuario vivo de esperanza. Entre cánticos suaves que parecían acariciar el amanecer y oraciones que ascendían como incienso al cielo, inició el Rosario de la Aurora, una tradición que cada primer sábado de mes convoca a la comunidad a entregar el nuevo tiempo en manos de Dios.
Dirigido por la Hermandad de las Socias de la Medalla, el rezo del rosario se convirtió en un puente espiritual: cada cuenta, una súplica; cada misterio, un latido compartido con la Virgen María. Así, los fieles depositaron sus intenciones, sabiendo que en ese diálogo silencioso la Madre intercede y el corazón encuentra consuelo.
El templo, envuelto en un silencio reverente, dio paso a la Adoración al Santísimo Sacramento. Allí, el alma parecía despojarse de todo ruido interior para descansar en la presencia real de Cristo, cuya paz se percibía casi tangible.

La celebración culminó con la Santa Eucaristía, presidida por el padre Héctor Luis Rosario, párroco y miembro de la Congregación de los Padres Agustinos, quien recordó en su homilía que “orar al amanecer es reconocer que, incluso antes de que el mundo despierte, Dios ya está obrando en favor de quienes confían en Él”.
Profundizó además en el misterio de la Inmaculada Concepción, explicando el dogma que proclama a María como concebida sin pecado original y resaltando su pureza como signo del amor infinito de Dios.
En cada Rosario de la Aurora, la parroquia dedica la oración a una advocación diferente de la Virgen, y este mes fue la Inmaculada Concepción la elegida para guiar la meditación y las súplicas del encuentro.
El Rosario de la Aurora en Santa Mónica no es solo una costumbre: es un encuentro transformador, donde la luz del nuevo día se mezcla con la certeza de que la fe ilumina incluso las horas más frías y silenciosas.