

Por Esmirna Gómez.-
Santo Domingo, R.D. — 4 de septiembre de 2025. La Catedral Primada de América abrió sus puertas este jueves para despedir a una mujer que marcó con huellas imborrables la historia de la Iglesia Dominicana: la Hna. Ana Teresa Gómez Cruz (1934 – 2025), cariñosamente llamada Teté. Con 90 años de edad y casi siete décadas de consagración, entregó su vida al servicio silencioso, fiel y lleno de esperanza.
La solemne misa de cuerpo presente fue presidida por Mons. Francisco Ozoria Acosta, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo y Primado de América, acompañado de obispos, sacerdotes y una multitud de fieles que se unieron para orar y dar gracias por la vida de esta mujer que, desde su sencillez, se convirtió en pilar discreto de la Iglesia.
Tras la celebración eucarística, sus restos fueron sepultados en el Cementerio Nacional Máximo Gómez, en medio de cantos, oraciones y lágrimas agradecidas.

Una vida escondida en Cristo
Nacida en La Vega el 15 de octubre de 1934, ingresó al Instituto Secular de Nuestra Señora de la Altagracia el 5 de junio de 1956. Desde entonces, su vocación se entrelazó con la misión de servir allí donde la Iglesia más la necesitaba: en la frontera de Dajabón junto a los jesuitas, en proyectos educativos y radiales como Radio Santa María, y en parroquias rurales de Azua y San Juan.
Pero su labor más prolongada y silenciosa la vivió en los pasillos administrativos de la Iglesia: secretaria de obispos y cardenales, tesorera del Arzobispado de Santo Domingo y colaboradora incansable de la Conferencia del Episcopado Dominicano, donde trabajó durante 42 años ininterrumpidos.
“Su discreción fue su fuerza; su fidelidad, su sello; su alegría sencilla, un evangelio vivo”, recordó uno de sus compañeros de comunidad.

Testimonio que inspira
Durante la homilía, Mons. Daniel Lorenzo Vargas resaltó que la Hna. Ana Teresa vivió como una lámpara encendida en medio de la Iglesia:
“Fue una mujer profundamente fiel al Señor, tanto en su servicio pastoral como en la administración eclesial. Su testimonio debe ser semilla que encienda nuevas vocaciones en nuestro país.”
El obispo también subrayó la centralidad de la Eucaristía en su vida: “Se alimentó del Cuerpo de Cristo cada día, y ahora, en su Pascua definitiva, participa del banquete eterno.”

Un legado que trasciende
Al cierre de la celebración, Mons. Ozoria expresó la gratitud de toda la Iglesia:
“El servicio fiel de la Hna. Ana Teresa fue un regalo silencioso, pero fecundo. Pedimos a la Virgen de la Altagracia que la reciba en la Casa del Padre y que su vida inspire a otros a consagrarse en medio del mundo.”
El Instituto Altagraciano
Fundado en 1950 en el Santo Cerro, el Instituto Secular de Nuestra Señora de la Altagracia fue su hogar espiritual. Allí vivió como consagrada en el mundo, testimoniando que la santidad también florece en lo cotidiano, en el trabajo administrativo, en la misión sencilla y en la entrega total a Dios.
Hoy, la Iglesia despide a Teté con esperanza cristiana, convencida de que su vida escondida en Cristo continúa dando frutos más allá de la muerte.